Aínda resoan os tambores despois da vitoria de Senegal na que xa é a súa primeira Copa de África. Trinta e tres anos tiveron que pasar, ademais da amargura de perder a final na anterior edición, que se convertía na segunda derrota. Os tempos son chegados para un país que ten, ao igual que Galicia, a moitos dos seus fillos na emigración procurando un futuro mellor. Moitos deles, na nosa Comunidade, e non poucos formando parte non só das nosas vidas como veciños, senón integrando os clubes costeiros que cada fin de semana son a nosa fonte de paixón.
Camariñas, Ameixenda ou Monte Louro entre outros teñen senegalases defendendo as súas cores, pero tamén o Dumbría ou ó Lira, con Baba e Mamadou que son xogadores con percorrido na Costa. Os dous viviron esa final diante de Exipto transportados de novo ao seu fogar natal, a unha nenez na que non imaxinaran estar tan lonxe de canto viron ao nacer, pero aos que tamén o fútbol abriría a este lado do océano as portas dunha nova vida. Porque Baba e Mamadou teñen en común, ademais da nacionalidade, un camiño andado no que o fútbol cobra suma importancia dende que pisaron esta terra á que Baba chegaría dez anos atrás con visado portugués vía Lisboa - Porto - Coruña, onde agardaba seu tío co que acabaría trasladándose a Ponteceso. Alí, con Mato presidindo o clube pontecesán, ficharía e pronto destacaría nese mediocampo no que é un bregador tan duro como elegante e que o levaría a transitar por distintas categorías de toda a provincia. Da man do fútbol chegaba tamén o traballo que aínda conserva, escalando postos e xa pai dun neno galego, un herdeiro máis nado na Vila de Pondal.
Mamadou arribou hai case catro anos en pateira, nese traxecto entre a vida e a morte que tantos africanos emprenden, con distinta sorte, cada día. Instalado en Fisterra a carón da súa familia, pero de corazón roxiño nese outro fogar que é o Lira, implicado en solucionarlle o farrogoso camiño burocrático que permita poder optar a un traballo que non pase por ir ao mar. Para travesía, suficiente a de cruzar o Estreito. A tempada pasada, sen competicións, pasouna nos invernadoiros de Almería antes de poder volver e enfundarse de novo a elástica do Ajax da Costa. Mamadou miraba a pantalla do televisor segundos despois da vitoria abstraído, entre estupefacto e atónito. Incapaz de crer nese milagre que tocaba desfrutar tan lonxe. Horas antes, el tamén gañaba o seu partido de Liga co Lira, nun presaxio de fortuna para o que estaba por vir. Con máis de trinta persoas vendo o partido na mesma casa chegadas de diferentes puntos da comarca, comida, pregarias e toda a fe do mundo posta sobre o céspede de Olembe, Baba e Mamadou sentiron no asubío final, cos ollos pechados por un intre, que Senegal ruxía como nunca dentro do seu peito. Igual que o noso orgullo e afecto porque formen parte do noso corazón costeiro.
Aún resuenan los tambores después de la victoria de Senegal en la que ya es su primera Copa de África. Treinta y tres años tuvieron que pasar, además de la amargura de perder la final en la anterior edición, que se convertía en la segunda derrota. Los tiempos son llegados para un país que tiene, al igual que Galicia, a muchos de sus hijos en la emigración procurando un futuro mejor. Muchos de ellos, en nuestra Comunidad, y no pocos formando parte no solo de nuestras vidas como vecinos, sino integrando los clubes costeros que cada @fin son nuestra fuente de pasión. Camariñas, Ameixenda o Monte Rubio entre otros tienen senegalases defendiendo sus colores, pero también el Dumbría o al Lira, con Baba y Mamadou que son jugadores con recorrido en la Costa. Los dos vivieron esa final delante de Egipto transportados de nuevo a su hogar natal, la una niñez en la que no habían imaginado estar tan lejos de cuanto vieron al nacer, pero a los que también el fútbol abriría la este lado del océano las puertas de una nueva vida. Porque Baba y Mamadou tienen en común, además de la nacionalidad, un camino andado en el que el fútbol cobra suma importancia desde que pisaron esta tierra a la que Baba llegaría diez años atrás con visado portugués vía Lisboa - Puerto - Coruña, donde esperaba su tío con el que acabaría trasladándose a Ponteceso. Allí, con Mato presidiendo el clube pontecesán, ficharía y pronto destacaría en ese mediocampo en el que es un bregador tan duro como elegante y que lo llevaría a transitar por distintas categorías de toda la provincia. De la mano del fútbol llegaba también el trabajo que aún conserva, escalando puestos y ya padre de un niño gallego, un heredero más nado en la Villa de Pondal.
Mamadou arribó hace casi cuatro años en pateira, en ese trayecto entre la vida y la muerte que tantos africanos emprenden, con distinta suerte, cada día. Instalado en Fisterra al lado de su familia, pero de corazón roxiño en ese otro hogar que es el Lira, implicado en solucionarle el farrogoso camino burocrático que permita poder optar a un trabajo que no pase por ir al mar. Para travesía, suficiente la de cruzar el Estrecho. La temporada pasada, sin competiciones, la pasó en los invernaderos de Almería antes de poder volver y enfundarse de nuevo la elástica del Ajax de la Costa. Mamadou miraba la pantalla del televisor segundos después de la victoria abstraído, entre estupefacto y atónito. Incapaz de creer en ese milagro que tocaba disfrutar tan lejos. Horas antes, él también ganaba su partido de Liga con el Lira, en un presagio de fortuna para lo cual estaba por venir. Con más de treinta personas viendo el partido en la misma casa llegadas de diferentes puntos de la comarca, comida, plegarias y toda la fe del mundo puesta sobre el césped de Olembe, Baba y Mamadou sintieron en el silbido final, a pies juntillas por un rato, que Senegal rugía como nunca dentro de su pecho. Igual que nuestro orgullo y afecto porque formen parte de nuestro corazón costero.
Mamadou arribó hace casi cuatro años en pateira, en ese trayecto entre la vida y la muerte que tantos africanos emprenden, con distinta suerte, cada día. Instalado en Fisterra al lado de su familia, pero de corazón roxiño en ese otro hogar que es el Lira, implicado en solucionarle el farrogoso camino burocrático que permita poder optar a un trabajo que no pase por ir al mar. Para travesía, suficiente la de cruzar el Estrecho. La temporada pasada, sin competiciones, la pasó en los invernaderos de Almería antes de poder volver y enfundarse de nuevo la elástica del Ajax de la Costa. Mamadou miraba la pantalla del televisor segundos después de la victoria abstraído, entre estupefacto y atónito. Incapaz de creer en ese milagro que tocaba disfrutar tan lejos. Horas antes, él también ganaba su partido de Liga con el Lira, en un presagio de fortuna para lo cual estaba por venir. Con más de treinta personas viendo el partido en la misma casa llegadas de diferentes puntos de la comarca, comida, plegarias y toda la fe del mundo puesta sobre el césped de Olembe, Baba y Mamadou sintieron en el silbido final, a pies juntillas por un rato, que Senegal rugía como nunca dentro de su pecho. Igual que nuestro orgullo y afecto porque formen parte de nuestro corazón costero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario